Continuación: Artem y compañía llegaron al Reino de Lava montando en el gusano gigante de lava. Fueron recibidos con gran calidez. Después del caluroso discurso del presidente del Comité de Desarrollo de Cañones del Reino de Lava, Barbicane, se dieron cuenta de que su largo viaje se acercaba a su fin. Sin embargo, Anna quería abandonar y deseaba que Artem se quedara con ella...
...
Dalmir estaba confundido, pero no se atrevió a preguntar nada.
Al día siguiente de la celebración, había un sentimiento indescriptible entre Artem y Anna.
Dalmir especuló que Artem debió aprovechar las altas emociones del banquete para confesar su amor por Anna, y fue rechazado. Siempre creyó que los dos acabarían juntos, pero la realidad le demostró lo ingenuo que era. Si los cañones lo hubieran disparado más veces y hubiera visto más del mundo, podría haberlo entendido.
"Humm... Mi principal motivo para hoy traerlos al campo de lanzamiento es mostrarles nuestro orgullo, el cañón volcánico".
Aunque Dalmir percibió el mal humor de los dos, decidió que en ese momento sería mejor no preguntarles nada.
"Como he dicho antes, la energía del volcán viene del planeta".
"El núcleo del planeta siempre está en la dirección opuesta de la gravedad y no se encuentra en el centro. Por ese motivo, la enorme fuerza de compresión hacia el exterior expulsa magma y sustancias gaseosas, y de ahí viene la energía del volcán".
A través del grueso cristal, Artem y Anna contemplaron la lava del volcán principal.
Parecía como las olas del mar, que subían y bajaban. Por otro lado, parecía como el agua hirviendo, con gases que salían permanentemente del magma y se acumulaban en muchas burbujas. El calor excesivo provocaba una densidad desigual del aire y la vista se distorsionaba por la refracción de la luz. Cualquiera podía notar a simple vista que este líquido inquieto, brillante y ardiente pronto se desbordaría.
Sin darse cuenta, Artem ya estaba empapado de sudor.
"La inestabilidad, la imprevisibilidad, el poder excesivo y otros problemas impidieron que los seres humanos en el pasado aprovecharan esta energía. No fue hasta la entrada de la Edad de Hielo cuando nuestros antepasados cambiaron finalmente de idea".
"¡En vez de controlarlo, hay que dejarlo libre!".
"¡Así es, Artem! ¡Tienes razón! Deberíamos liberar esta inmensa energía, como...".
"¡Como un gran pedo!", los dos dijeron al unísono.
Los dos se rieron a carcajadas. Dalmir había contado muchos chistes tontos como este durante el viaje.
Contemplando el volcán que estaba a punto de erupcionar, estas palabras ridículas parecieron cobrar sentido justamente. En ese momento, esas descripciones exageradas sonaban tan reales que Artem se sentía como en un sueño.
Anna iba detrás y también sonrió ligeramente.
"El contenedor de energía en la parte superior, y los aceleradores volcánicos de allí... son caros, pero todos son desechables".
Dalmir se detuvo de repente. No le gustó esa expresión.
"Llevan preparada toda su vida para una sola batalla. Pero, ¡solo se necesita una batalla para demostrarlo todo! ¡No son desechables! Son extremadamente románticos".
"¿Románticos?...".
Artem sintió como si algo se agitara dentro de su pecho, como un magma inquieto. La voz de Dalmir se alejaba y pudo sentir las vibraciones del manto, imaginando un romance único en la vida con esa gran energía.
"¡Mira esto! ¡Es la bala de cañón en la que vamos a montar!".
Era una cabina esférica de unos siete metros de diámetro, con ventanas de vista amplia en la parte delantera. En su interior, había innumerables instrumentos de precisión, palancas y botones. En el exterior, había un par de finas alas desplegables a los lados.
No parecía algo del estilo del Reino de Lava.
"¿Podría ser...?".
"Cierto. Fue una bala de cañón creada por la gente del viejo mundo. ¡Es la única en todo el mundo!".
Su exterior estaba recubierto de un material capaz de soportar temperaturas de hasta cinco mil grados. En el interior, había varios equipos de precisión colocados en la pared, como equipos de telemetría, de comunicación, de energía y de control de temperatura. Artem ya había desenterrado muchas reliquias del viejo mundo como para darse cuenta con un vistazo que se trataba de la cúspide de su tecnología. Era algo que podía llevar personas al espacio exterior de verdad.
"Esta bala de cañón es también una romántica, que volará al espacio exterior sin retorno. Completará su misión durante el viaje, y luego flotará por el universo como un elemento permanente...".
Una vez más, Artem sintió que ya no estaba en la superficie terrestre. Ya estaba inmerso en la galaxia.
Anna miró al hombre que tenía delante, parecía que sus pensamientos ya habían abandonado este planeta.
Lo entendió perfectamente: el corazón de Artem había llegado a un sitio que ella nunca podría alcanzar, por mucho que lo intentara. Era demasiado lejano, más lejano que el Sateledén y mucho más allá que el fin del universo. Decidió marcharse silenciosamente antes de que amaneciera. Tal vez de esa manera podría evitar causarle tanto dolor.
...
Pero no pudo hacerlo.
"Gracias, Anna".
En el camino, antes de que saliera el sol, vio una silueta: era Artem, esperándola. Después de todo, no pudo irse silenciosamente.
"Desde que me salvaste la vida, me enamoré profundamente de ti. Nunca había visto una mujer tan tenaz, independiente y amable como tú. Estuve buscando la oportunidad de decírtelo: te quiero y me gustaría pasar el resto de mi vida contigo".
"Pero no puedo quedarme contigo. Si hay algo que debo hacer en mi vida, es ir de aventura... constantemente. Lo siento...".
"Creo que yo también soy un romántico. Estoy dispuesto a arriesgar todo lo que tengo por las aventuras. Lo siento mucho...".
Anna tenía lágrimas en los ojos. Ella lo sabía.
Lo sabía desde el momento en que emprendió el viaje. Se enamoró de una persona igual que ella.
Antes de que cayeran sus lágrimas, una mano cálida se acercó a su cara y las secó con ternura. Era la mano de Artem, que ella conocía muy bien.
"Sé que no debía hacerte llorar tanto, pero ya tomé la decisión...".
"Lo sé. Lo entiendo perfectamente".
"Solo puedo darte tres cosas".
Artem sacó su diario, en el que estaban registradas minuciosamente todas sus aventuras y sus recuerdos con Anna.
"La primera es mi pasado. El tiempo que pasamos juntos ha sido real".
Artem puso en las manos de Anna la espada que le dio la reina.
"La segunda es mi futuro. Esta es mi promesa a la reina: quiero protegerte para siempre".
"Y la última es mi presente. Te quiero, Anna".
La besó.
Estaban tan profundamente enamorados, era como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento y el futuro no fuera a llegar nunca.
(Continuará...).