En los primeros años de mi carrera como miembro del departamento, mi motivación insaciable por la investigación provenía de diversas fuentes: mi curiosidad innata, mi visión inocente de la justicia aún no contaminada por la realidad y el dolor por mi impotencia ante la pérdida de mi infancia y mi tierra natal.
Estos sentimientos encontrados me llevaron a escribir diversos libros sobre la justicia galáctica, la historia planetaria y las facciones malignas. En ellos exploro temas como el orden del caos y el futuro del universo. Solía pensar que el pasado, el presente y el futuro de la galaxia estaban en mis manos... hasta que ocurrió aquel suceso y quedó claro que no soy más que un simple investigador. Ante la dura realidad, no fui capaz de evitar que los poderosos destruyeran vidas humanas; ni tampoco pude salvar a los débiles que agonizaban.
Por eso, en los últimos años de mi carrera, dejé de filosofar sobre la justicia. La justicia, para los que carecen de poder, es simplemente una palabra extravagante.
Trataré de no causar problemas a nadie con este experimento. Sé que no es racional, y por eso aquí está mi confesión. Este experimento solo es un débil reemplazo de mi abandono de la justicia y su único propósito es cumplir un pequeño deseo personal.