Las estadísticas muestran que los Nimbocaballeros retirados son los más propensos a ser poseídos por Mara. Yo tuve suerte: sobreviví a la tercera guerra contra los Moradores de la Abundancia sin secuelas. Logré sobrevivir todo este tiempo; de hecho, hasta tengo una pensión que combino con los trabajos que hago para la Comisión de Administración del Territorio, para pasar el tiempo antes de morir. Si sigo por buen camino, creo que no hay motivo por el cual este subsidio no pueda mantenerme a flote hasta la próxima Era del Ámbar.
Esos tontos de la oficina siempre creen que estoy relajado, porque hago que el trabajo duro se vea fácil. Me llaman en broma "Dahao el Inmortal". Incluso apostaron sobre cuándo me va a llevar la Comisión de los Diez Líderes.
No importa si son razas de larga o corta vida, los jóvenes de hoy en día no tienen idea de cosas como el fin de la vida. Haría lo que fuera por ver las caras de esos tontos cuando los escoltaalmas de la Comisión de los Diez Líderes se les aparezcan delante, pero es una lástima saber que yo me iré mucho antes que ellos.
La Comisión de los Diez Líderes... sé que a todos los nativos de Xianzhou se los llevan ellos al final; pero nunca entendí del todo cómo lo hacen.
Hay una leyenda urbana en el Luofu que dice que la Comisión de los Diez Líderes mira un libro sobre tu vida entera y te lleva al inframundo para que respondas por tus pecados y méritos. Esos jueces no tendrían idea sobre tus buenas y malas acciones ni aunque se las pusieran delante...
Todo suena muy convincente, pero cuando lo pienso bien, tengo muchas dudas:
¿Dónde queda el inframundo en Xianzhou?
¿Cómo saben que Mara está por apoderarse de ti?
¿Cómo hacen para saber cada ínfimo detalle que aconteció en tu vida y luego evaluarte con buenas o malas calificaciones, como lo hace un maestro?
Ja, a fin de cuentas, las leyendas son solo eso: leyendas. ¡Para lo único que sirven es para engañar a los niños!
En realidad, ya vi a los escoltaalmas de la Comisión de los Diez Líderes, y muchas veces, de hecho.
La primera vez fue cuando comencé a trabajar como ordenanza en la Comisión de Administración del Territorio. Vi a un grupo de niños caminando por las calles del Sánctum de las Nubes Pasajeras y agitando sus lámparas. Era de noche y la luna y las estrellas brillaban con luz tenue. Todos parecían estar resguardados en sus hogares, y las calles estaban desiertas. Solo aquellos niños caminaban en silencio como si fueran engendros de la misma oscuridad, con las lámparas colgando a su lado. Conocía al hombre que caminaba detrás de ellos, porque era mi padre.
Cuando mi padre cumplió
Sabía que mostraba los cinco signos del deterioro y que estaba al borde de ser poseído por Mara, así que contraté a una sanadora de la Comisión de Alquimia para ver si había alguna posibilidad de que se recuperara. La sanadora le recetó algunas medicinas y luego me miró a los ojos para advertirme: "Prepárate".
"¿Prepararme para qué?", le pregunté. La sanadora me respondió con un tono ensayado: "Prepárate porque pronto se llevarán a tu padre".
Fue ahí cuando supe que el momento de mi padre había llegado. Sé que a todos en Xianzhou les llega ese día tarde o temprano, pero ahora le estaba pasando a mi padre y todo pareció muy súbito.
Revisé la receta médica una y otra vez, como un maestro que revisa el trabajo de su discípulo. De pronto, la sanadora se acercó y tomó la receta, como si quisiera recuperarla, pero entendí su vano intento: no hay cura médica para los poseídos por Mara. No obstante, yo sujetaba la receta con mano firme, mientras murmuraba algo una y otra vez: "Probaremos con el medicamento una vez más, solo una vez más". Ella se dio la vuelta al ver mi obstinación y decidió preparar un remedio terapéutico.
Papá nunca volvió a decirme una palabra después de eso, hasta el momento en que se me acercó con esos chicos. Quizá fue una ilusión, pero se veía más joven que yo. Es ridículo sugerir que un nativo de Xianzhou puede rejuvenecer. Nuestro aspecto no cambia una vez que llegamos a la madurez; pero es indudable que nuestra actitud no se mantiene igual. Papá caminaba rápido, con una mirada de libertad. Su mirada polvorienta y muerta había desaparecido.
Abrí la boca para llamarlo, pero mi lengua se trabó y, antes de que pudiera hablar, me dijo suave y claramente: "Valora". Sentí que se había recuperado de estar al borde de ser poseído por Mara, pero sabía que eso solo era mi esperanza. Esos dos niños soplaron sus lámparas y, en un abrir y cerrar de ojos, no vi más que una completa oscuridad... Mi papá y esos niños habían desaparecido.
Hasta me olvidé de mi turno de noche y me quedé allí solo en la oscuridad. Un segundo después, recordé la receta que me había dado la sanadora. La había guardado en el bolsillo de la camisa, pero al tratar de sacarla, me di cuenta de que ya no estaba.