Archivum Honkai: Star Rail

Capítulo 2: Ciudad Congelada (extracto n.º 1)

Continuación: Artem fue rescatado por un padre y su hija y despertó en un centro médico desconocido. Lo que ve es un mundo extraño, muy diferente de Belobog. Allí todo estaba hecho de agua de lluvia. Los habitantes vivían en armonía con la nieve y el viento, y habían construido muchas maravillas más allá de la imaginación utilizando materiales especiales...

Cuando el tiempo empezó a fluir de nuevo, Artem se encontró en un centro médico.

Pero ese centro médico no se parecía en nada al Hospital Benevolencia de Belobog. Ningún hospital de Belobog tiene camas que parezcan talladas en cristal. Artem solo se dio cuenta de que estaba recibiendo un tratamiento cuando notó la vía intravenosa insertada en su mano.

Los oídos le retumbaban. Los ojos entreabiertos solo veían fragmentos, luces borrosas y cálidas. Estaba claro que su cuerpo aún no había recuperado completamente sus funciones. Había regresado al mundo después de la muerte, de eso no cabía duda.

La primera persona a la que vio cuando le dieron el alta fue la chica que lo ayudó en sus sueños.

"Felicidades por tu recuperación".

"Gracias. ¿Me podrías decir dónde estoy? ¿Y tú eres...? Debería haberme presentado primero. No, espera...".

Lo que Artem quería saber era demasiado. Las palabras eran como bancos de peces apiñados, era incapaz de formar una frase completa.

"Me llamo Anna".

"Yo soy Ar-Artem...".

Anna no llevaba el cabello atado como lo tenía cuando se conocieron, sino que lo llevaba suelto. Los bordes translúcidos de su larga cabellera rubia brillaban a contraluz. Su cabello parecía estar suavemente sostenido por la luz. Sus pestañas largas y sus ojos quietos como un lago eran perfectos para su delgado rostro. En el pasado, Artem siempre había intentado evitar mirar demasiado de cerca los rostros de las mujeres de su edad. Pero con Anna no podía parar hasta que ambos se sonrojaron.

Tal vez, gracias a que lo habían salvado, se había desarrollado en él un sentimiento que nunca antes había sentido.

Como Artem había adivinado, no se encontraba en Belobog.

Era una ciudad construida en medio de la tormenta de nieve, la Ciudad Congelada, como la llamaban sus habitantes.

A diferencia de Belobog, los ancestros de la Ciudad Congelada habían sobrevivido a la tormenta con la ayuda de la tecnología del viejo mundo y habían preservado la chispa de la civilización. Para Artem, esta era la etapa más dulce del choque cultural. Todo parecía nuevo, como en sus sueños en los que se despertaba toda la tecnología prehistórica que permanecía dormida en los museos. Acompañado por Anna, la ciudad se desplegaba poco a poco ante Artem.

"Supongo que también inyectaron en tu cuerpo una Edelweiss durante la operación".

"¿Edelweiss? ¿Qué es eso?".

"Ah, ¿cómo explicarlo? Es como una... maquinita".

"¿Maquinita? Creía que las máquinas eran todas grandes, con engranajes, cadenas, válvulas y vapor. ¿Las máquinas se pueden inyectar en el cuerpo?".

"No sé cómo funciona, la verdad. Lo único que sé es que a todos los ciudadanos de la Ciudad Congelada se les inyecta una Edelweiss desde su nacimiento. Así no sentimos el frío. Cuando era niña, me enteré por los exploradores de que los extranjeros tienen que recurrir a ropa gruesa para protegerse del frío. Solo cuando te vi me di cuenta de que eso era cierto".

"¿Así que les parezco extranjero por mi ropa gruesa? Por cierto, hablando de extranjeros, ¿existe alguna otra ciudad en este mundo, además de la Ciudad Congelada?".

"Por supuesto, el mundo es muy grande".

Mientras hablaba, Anna se detuvo en seco. Artem se detuvo con ella. En el claro de delante, un grupo de hombres uniformados estaba alrededor de un cañón que apuntaba hacia el cielo y parecía estar totalmente preparado, a la espera de que alguien encendiera la mecha.

"¿Piensan disparar al edificio de enfrente?".

"¡Ja, ja, ja!". Anna no pudo evitar reírse. No estaba acostumbrada a guiar a los extranjeros: "No te equivocas. Pero solo planean construir un edificio nuevo aquí".

"¿Edificio?".

"Sí, un edificio. Pero no sabré exactamente para qué será hasta que le den forma".

El cañón disparó al cielo y se formó una nube densa sobre el claro. Unos instantes después, cayó agua del cielo, a lo que Anna llamó "lluvia".

Artem nunca había visto la lluvia y solo había leído sobre ella en los antiguos registros del museo, donde entendía que la lluvia era un fenómeno meteorológico frecuente en el viejo mundo. Pero en Belobog, lo único que caía del cielo era nieve.

Fue ahí cuando Artem se dio cuenta de que los fríos copos de nieve de su tierra natal podían caer de una forma tan suave.

La lluvia cayó sobre el claro y no se dispersó inmediatamente, sino que se solidificó en formas concretas, como si varias manos invisibles la hubieran apilado rápidamente en forma de esculturas. A medida que la lluvia seguía cayendo, el contorno del edificio se hacía cada vez más claro. Tenía una forma muy diferente a los de Belobog.

Un edificio de decenas de metros de altura se completó ante los ojos de Artem en pocos minutos, como si fuera un milagro.

A Anna dejó de llamarle la atención la sorpresa en los ojos de Artem. Le explicó que todos los edificios de la Ciudad Congelada estaban hechos de esa lluvia mágica. Si una de las cumulonaves que monitorea el clima detectaba una tormenta, los edificios se volvían a convertir en agua tras una orden. Y cuando los habitantes de la Ciudad Congelada se trasladan a una zona más adecuada, volvían a convertirse en nuevos edificios.

La gente intercambiaba sus diseños únicos entre sí y se construían una gran variedad de edificios extraños cada día. Era un espectáculo de lo más normal para los habitantes locales.

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