Los copos que le caían en la cara eran cada vez más numerosos y la carga que llevaba a sus espaldas era cada vez más pesada. El viejo burro notaba que tenía congelados hasta los cascos:
"Hi aaah, hi aaah, esta ventisca endemoniada, ¿cuándo parará, la condenada?".
Un perro viejo y sabio que estaba tumbado bajo un árbol oyó la queja del burro y dijo, mientras bostezaba:
"¡Guau, guau! Nunca va a parar, así que en apresurarte no te tienes que molestar. ¡Ten cuidado o vas a resbalar!".
Nevaba tanto que el burro ni siquiera veía por dónde iba, y además no tenía fuerzas para seguir adelante, así que se refugió debajo del árbol junto al perro.
Pero ¿qué hacía un perro en medio del campo con semejante clima? El viejo burro sentía mucha curiosidad.
"Hi aaah, hi aaah, ¡muchas gracias, amigo mío! ¿Qué haces en un lugar tan frío?".
Al oír esto, el perro meneó la cabeza:
"Guau, guau, de nada. Con tanta nieve, no hay ninguna presa que cazar. Mi amo no me quiere mantener y en la cazuela me iba a meter, así que salí a todo correr".
El burro suspiró al oír esto. ¿A dónde podían ir con tanta nieve? ¿Cómo iban a sobrevivir? De repente, se le ocurrió una gran idea.
"Hi aaah, hi aaah, ¡escúchame! Hay una ciudad muy cálida que se llama Belobog. Yo sé tocar música y tú podrías tocar el tambor, ¡así nos ganaríamos la vida en los escenarios los dos!".
El perro pensó que aquella propuesta no estaba nada mal. De lo contento que estaba sacó la lengua, y el vapor que salía de su boca se convirtió en escarcha.
"¡Guau, guau, pues vamos!".