Continuación: En este capítulo, Artem y compañía descubren el Altar de Primavera, donde pueden comunicarse directamente con la criatura gigante, y encuentran el camino hacia sus pulmones. Pero, al llegar a los pulmones, encuentran una selva tropical del viejo mundo y una gran cantidad de agua estancada. Para descubrir el motivo del agua estancada en los pulmones de la criatura, Artem y Duke se sumergen para explorar. Justo cuando iban a tomar aire, fueron atacados inesperadamente y arrastrados al fondo, y no pudieron llegar a la superficie...
...
Artem despertó y sintió que lo recorría una sensación que nunca había sentido antes, como si se hubiera liberado del peso de su cuerpo. Se sentía más ligero que nunca y, mientras dormía, también sintió una maravillosa tranquilidad, como la que siente un bebé en el líquido amniótico de su madre.
Todavía no había recobrado el sentido del todo.
Artem recordó lo último que sucedió antes de desmayarse: se esforzó por nadar hacia la superficie, pero algo lo arrastraba hacia el fondo y tuvo que aguantar la respiración hasta el límite...
¿Se había ahogado?
Artem no tenía tiempo para aclararlo, ya que primero debía entender la situación que tenía delante. Se encontraba completamente sumergido en el agua sin sentir la más mínima sensación de ahogo. Giró las muñecas y sintió que el agua fluía entre sus dedos. Inmediatamente después, balanceó sus pies y su cuerpo comenzó a flotar.
"¡Bam!". Su espalda se estrelló contra los barrotes de la celda de acero.
Aunque el inesperado impacto hizo que Artem soltara un grito de dolor, la sensación de seguir vivo lo hizo sentirse mucho más relajado.
"¿Ya despertó, señor Artem?". Una voz familiar se escuchó desde atrás. Artem nadó hacia la voz y encontró al capitán Duke, que se había hundido con él, y los barrotes de hierro que se interponían entre ellos.
"Capitán Duke, ¿está vivo también? ¿Dónde estamos?".
"Fuimos capturados por los habitantes submarinos".
"Entonces fue por eso que me desmayé...".
"No, te desmayaste por aguantar la respiración. ¿No te has dado cuenta? El agua es respirable aquí".
Solo entonces comprendió Artem que había sobrevivido gracias al agua misteriosa. Cuando aún estudiaba medicina, había aprendido un poco sobre cómo la gente puede respirar bajo el agua si hay suficiente oxígeno disuelto en ella.
Como si reaccionara a su conversación, un hombre de aspecto adolescente pasó nadando por delante de su jaula. Vestido con un traje ajustado y con un arpón en la mano, golpeó con fuerza los barrotes. La sacudida hizo que una ola remeciera a Artem.
"¡Silencio, este no es lugar para chismes!". El hombre, que parecía un carcelero, no los trató nada bien. "¿Dónde se puede respirar si no es en el agua? Idiotas, vengan a ver esto".
El carcelero tiró de la red de pesca que sostenía y lo que arrastraba apareció lentamente a la vista de los dos: un montón de gusanos gordos y transparentes. En realidad, Artem no estaba seguro de que fueran gusanos. Nunca había visto algo retorciéndose así frente a él.
"¿Saben de dónde vienen estos gusanos?".
Artem y Duke se miraron y negaron con la cabeza, desconcertados.
"Hum, inútiles. Pensé que sabían algo...".
"¿Esos son gusanos?".
"No lo sé, pero tiene que haber un nombre para eso". El carcelero recordó de repente quién era y volvió a golpear con fuerza los barrotes con su arpón: "¡Silencio! Tienen prohibido hablar conmigo".
Tras un breve silencio, Artem continuó: "Los gusanos ni siquiera parecen tener órganos internos, así que quizá no sean organismos vivos".
"A quién le importa si es un ser vivo cuando persigue a la gente como si tuviera ojos", dijo el carcelero con una mirada desdeñosa. "Y cuando se abre su cuerpo, liberan un líquido que puede disolver seres humanos. El agua contaminada con ese líquido tampoco se puede respirar".
"¿Agua contaminada?".
Duke añadió con serenidad: "Así que, en lugar de atacar a los gusanos, construyeron esta enorme prisión bajo el agua...".
"¡Ja, ja, ja, por fin, alguien inteligente! El tipo que está a tu lado es el que pregunta como un tonto... Sí, los gusanos están en todas las celdas, doscientos pisos por debajo". Al decir eso, el rostro del carcelero se puso pesado y cambió su tono de burla: "Para sobrevivir, tenemos que seguir construyendo cárceles".
Artem trató de observar abajo de sus pies. Aunque su vista no era tan buena como la de Duke, pudo distinguir vagamente un sorprendente número de gusanos translúcidos bajo sus pies. Efectivamente, había innumerables gusanos en la cárcel. Pero el agua era tan profunda que no podía ver dónde estaban las jaulas de más abajo, solo se veía un abismo. Si el nivel del agua estaba subiendo, entonces los gusanos en el fondo podrían haber explotado por la presión... Después de pensar en ello, el abismo empezaba a oler a muerte.
A Artem le pareció entender la verdadera razón de la acumulación de líquido en los pulmones de Altar de primavera.
La presencia constante de los gusanos y la construcción de enormes conjuntos de prisiones hacían que el agua de los pulmones aumente cada vez más. Así, el espacio que quedaba para el oxígeno de Altar de primavera era cada vez más pequeño.
"Esta prisión no era originalmente para ustedes", el carcelero volvió a golpear su arpón contra los barrotes, "pero si nos ayudan a encontrar el origen de estos gusanos, podremos enviarlos de vuelta al lugar de donde vinieron. ¿Qué les parece?".
"Bueno, ¿y si dijera... que realmente vinimos de la superficie?".
(Continuará...).