Archivum Honkai: Star Rail

Capítulo 6: Reino de Lava (extracto n.º 1)

Continuación: En este capítulo, Artem y sus amigos llegan a la última parada de su viaje: el Reino de lava. En respuesta a la bengala de Dalmir, un sonido retumbante surgió entre la lava lejana y las rocas gigantes, y un gusano enorme con armadura de plateada se detuvo frente a ellos. Estaban a punto de montar a la gran criatura para encaminarse al "reino de los cañones"...

...

En un principio, Artem no sentía ninguna aversión por los anélidos invertebrados.

"Han visto mi señal. Miren, es el gusano gigante de lava, está aquí para llevarnos a casa".

En el tono de Dalmir se notó un sentimiento de alegría y orgullo.

"¿Para llevarnos? ¿Otro insecto gigante? Este viaje ha estado lleno de insectos gigantes".

El gusano gigante con aspecto de lombriz medía unos dos metros de altura y casi veinte metros de largo. Aunque estaba esperando, no dejaba de retorcerse ni un momento. Los músculos anillados estaban cubiertos por múltiples capas de escamas en forma de pétalos, que también estaban cubiertas por una fina arena negra, como un revestimiento especial formado por una mezcla de secreciones y lava.

Artem se mantuvo en su sitio, reacio a subir a este gusano.

"¿Qué pasa, Artem? Ni siquiera se puede comparar con los extraños gusanos de Altar de primavera".

"Vamos, Artem".

Anna siguió a Dalmir.

Encima del gusano se encontraba un anciano que sostenía una larga pértiga en una mano y un gancho de hierro en la otra, sujetando algo parecido a una brida. Rodó por la espalda del gusano gigante, extendió sus brazos hacia Dalmir y le dio un fuerte abrazo. Se pudo notar que no eran solo conocidos, sino grandes amigos.

"¡Oye! ¡Dalmir!".

"¡Presidente Barbicane! ¡Ha venido a recogerme usted mismo!"

"Ja, ja, ja, sorprendido, ¿verdad? Vamos, preséntame a tus compañeros de aventura".

"Me llamo Anna, ¿cómo está?".

"¿Qué tal, Anna? Soy Barbicane. ¡Qué chica tan bonita! Ja, ja, ja...".

Barbicane, al ver que Artem no se movía, se dirigió hacia él, gritando a todo pulmón: "¡Oye, chico! Ven rápido, vamos a volver al Reino de Lava".

Al ver al anciano acercarse cojeando y tomar su mano, Artem no tuvo más remedio que seguirlo.

"... Hola, soy Artem".

...

Tal y como Artem temía, tras montar en la espalda del enorme gusano, descubrió que las armaduras metálicas no encajaban bien en el bicho. Tuvo que agarrarse con todas sus fuerzas a los reposabrazos de su asiento, con las piernas bien sujetas, para no caerse de esta armadura de placas sueltas. Desde la punta de la larga vara que sostenía Barbicane, se escuchaba el sonido de los electrodos. Él sujetó las riendas y se aseguró de que todo el mundo se hubiera acomodado.

"¡Nos vamos!"

Por la estimulación de los electrodos, el gusano gigante empezó a retorcerse. Con el estiramiento y la contracción rítmica de sus músculos, se desplazaba cada vez más rápido. Fue una forma maravillosa de viajar. Artem estaba sentado entre Anna y Dalmir, y la distancia entre ellos cambiaba según se fuera moviendo el gusano.

Cabe mencionar que este vehículo especial tenía ventajas inesperadas.

El gusano y su armadura podían comprimirse hasta cierto punto, lo que le permitía arrastrarse por los túneles. También podía trepar directamente por paredes de roca. Barbicane utilizaba complejas señales de estática para controlar al gusano, y este realizó algunas maniobras por su cuenta. Los dos eran como piezas de una máquina bien aceitada.

Artem se dio cuenta también de la forma única en que el gusano gigante disipaba el calor. De los pequeños agujeros reticulares de su armadura salía un líquido pegajoso. La arena ardiente se desprendía de su cuerpo, mientras que la arcilla y la arena nuevas se pegaban a él, quitándole así el calor.

"Es increíble...".

A medida que avanzaba el viaje, la conversación sobre el Reino de lava de Dalmir y Barbicane se hacía cada vez más interesante.

Según Dalmir, a la mitad de los aventureros del Reino de Lava le gustaba construir cañones, mientras que a la otra mitad le gustaban las aventuras. Barbicane era el presidente del Comité de Desarrollo de Cañones del Reino de Lava, un representante de la obsesión por la tecnología de los cañones. En dicho comité, lo único que se podía presumir era el tamaño del cañón o el área de su alcance.

"En nuestro comité, la gente te respeta en función del poder de tu cañón. No nos interesan hombres que solo saben fabricar mosquetes, como Dalmir. ¡Ja, ja, ja!".

"Soy un aventurero profesional, ¿de acuerdo? ¡Ja, ja, ja!".

La risa tosca del presidente Barbicane les dio a todos una sensación de amabilidad. Le faltaba un ojo y tenía prótesis de metal en lugar de una mano y un pie. Además, cuando se giró para hablar con Dalmir, Artem se dio cuenta de que parte de su cráneo era de algún tipo de silicona.

"¿Qué pasó con mi cráneo? Perdí una parte cuando explotó el cañón. Pero no me convirtió en un pensador lento, ¡ja, ja, ja!".

Poco a poco Artem se fue acostumbrando al singular vehículo y empezó a disfrutar de los paisajes que los rodeaban. Había muchos volcanes de distintos tamaños y algunos parecían estar a punto de estallar. El simple hecho de contemplar el paisaje con lava y magma por todas partes ya era suficiente para sentir el calor intenso. Las condiciones de ese lugar eran tan duras que podían considerarlo el infierno sobre la tierra. Los volcanes negros, los cielos llenos de humo, la lava roja brotando por todas partes... ¿Quién habría imaginado que, en un lugar como este, habría un país centrado en la investigación científica de los cañones?

"Hace mucho tiempo que no ha regresado ningún aventurero. Le pedí al cocinero que preparara un banquete para celebrar esta noche".

Artem se alegró al escuchar que habría un banquete de celebración. Pero Anna seguía mirando el volcán a lo lejos y parecía estar preocupada por algo.

...

El salón del banquete estaba lleno de gente del Comité de Desarrollo de Cañones y del Gremio de Aventureros. El presidente Barbicane presentó a los tres en un ambiente animado y el salón se llenó de aplausos y júbilo. Artem se dio cuenta de que nadie estaba físicamente intacto: o bien les faltaba un brazo o una pierna, o tenían una mandíbula de silicona o una nariz de platino.

Para Artem, era un milagro que el cuerpo de Dalmir todavía estuviera completo.

"Desde hace años, nuestro Comité de Desarrollo de Cañones está planeando organizar un evento de cañones digno de nuestros antepasados. Como todos saben, ¡se acerca la mayor actividad volcánica de la historia!".

"¡Vivan los volcanes!". Otra vez el salón se llenó de fuertes vítores.

"¡Nos lanzaremos valientemente al espacio exterior, arriesgando nuestras vidas por la mayor aventura del mundo!"

"¡Viva el espacio exterior!" Todo el salón tembló como si fuera a derrumbarse en cualquier momento.

"Los datos obtenidos mediante la observación posicional del viaje de Dalmir nos han permitido rastrear el Sateledén. Me complace anunciar que ahora podemos alcanzarlo con total certeza".

Muchas personas se sorprendieron ante el anuncio, lo que se hizo evidente por el silencio repentino. A continuación, se produjo un estallido de aplausos tan fuerte que no se habría silenciado ni aunque se dispararan todos los cañones a la vez.

Artem esquivó a la multitud del salón del banquete y se fue al balcón. Anna estaba allí, mirando hacia el tranquilo volcán a lo lejos. A su lado estaba el vino espumoso que trajeron del Altar de Primavera.

"Anna...".

"Artem, no digas nada. ¿Puedes venir aquí?".

Durante sus aventuras, Artem había visto la extraordinaria tenacidad de Anna en innumerables ocasiones. Pero ahora, su voz sonaba como una señal de socorro, suplicándole ayuda. Al notarlo, Artem sintió el impulso de abrazarla por la espalda.

"¿Qué pasa?".

"Si te vas al espacio exterior, ¿algún día volverás?".

"Tal vez, ya que en el Sateledén no habrá volcanes ni cañones".

"Artem...", Anna se dio la vuelta, con la cara enrojecida como si hubiera llorado. En ese momento, el sonido del banquete se desvaneció y todo el mundo se quedó en silencio.

"Echo de menos mi hogar. ¿Volverías conmigo a casa?".


(Continuará...).