Archivum Honkai: Star Rail

Capítulo 4: Pastos primaverales (extracto n.º 1)

Continuación: Este capítulo cuenta cómo Artem y su equipo llegaron a una pradera cálida tras salir de las montañas nevadas. Ahí, aunque la vegetación era abundante y el suelo era suave, el peligro seguía acechando. En esa tierra generosa, se encuentran con insectos gigantes nunca antes vistos...

El entorno único favorecía un crecimiento de flora desenfrenado. Pisar el suelo era como pisar un suave colchón. Artem se quitó la chaqueta y caminó por la hierba que le llegaba hasta las rodillas. Sintió una brisa que llevaba el aroma de las hierbas junto a él. Nunca había pensado que existiera una brisa tan suave en el mundo.

Tomó la mano de Anna con suavidad. Ella no se negó.

Por un momento, a Artem le pareció oír que su corazón le susurraba: "Quédate, quédate aquí y vive con Anna para siempre". Pero rápidamente descartó este pensamiento egoísta cuando miró a la joven a su lado. Ella estaba convencida de que si viajaba con él llegaría al final del viaje. Si se obsesionaba con pensamientos egoístas, la defraudaría después de haber confiado en él.

Antes de que el grupo pudiera disfrutar plenamente del breve momento de paz, un fuerte zumbido se acercó desde el cielo. Como si unos diminutos pinchazos se clavaran en sus tímpanos, el escozor del extraño zumbido llegó a las cabezas de cada uno. Un monstruo cruzó el cielo como un pájaro, pero agitó sus alas transparentes con una frecuencia muy superior a la de las aves.

Dalmir se tapó inconscientemente los oídos y se tiró al suelo, musitando una oración para algún dios. Siempre era el primero en reaccionar ante una crisis después de su experiencia de ser secuestrado por monstruos. Artem luchó contra el escozor de sus tímpanos y se inclinó para proteger a Anna. Se dio cuenta de que le parecía haber visto un monstruo así en alguna parte.

El invitado no deseado aterrizó ligera y rápidamente. Ya no agitaba sus alas transparentes y estaba tan quieto como una estatua espeluznante.

¿Era... un mosquito? Artem por fin recordó algo de los rincones más profundos de su memoria. Había visto una representación de la criatura que tenía delante en las enciclopedias heredadas del viejo mundo.

En los tiempos del viejo mundo todavía había cuatro estaciones. Los mosquitos eran insectos chupadores de sangre que frecuentaban los meses de verano. Sin embargo, su tamaño era, en el mejor de los casos, el de la punta de un dedo. Pero el "mosquito" que tenían delante era más alto que ellos de pie, y los pelos de sus largas y delgadas patas era claramente perceptibles. El gigantesco mosquito perforaba el suelo con el largo conducto de su probóscide, parecida a una espada, como si chupara algo, ajeno a las tres personas que lo observaban en silencio.

Tumbado sobre su estómago, Dalmir sintió que un líquido se movía bajo el suave suelo. El saco abdominal del mosquito gigante se hinchó rápidamente. Dalmir susurró con una voz llena de miedo:

"Escapemos antes de que nos descubra".

"Sí, con cuidado".

Artem hizo todo lo posible por recuperar el aliento y se movió lentamente por la larga hierba. Pero la repulsiva criatura parecía ser extremadamente sensible a la más mínima vibración del suelo. En un instante, levantó su probóscide alerta del suelo y volvió a levantar el vuelo. El fino zumbido iba acompañado de un intenso dolor de cabeza. Artem desenfundó inmediatamente la espada que le había dado la reina de la Ciudad congelada y adoptó una posición defensiva.

"¡Artem, cuidado! Ahí viene".

El ruido de alta frecuencia se alargó hasta convertirse en un chillido estridente a medida que la criatura se acercaba. Artem blandió su espada fundida en agua para desviar la rápida estocada de la larga probóscide del mosquito. La criatura era ágil en el aire: no solo podía quedarse quieta, sino también cambiar de dirección rápidamente. El mosquito ascendió y volvió a descender para atacar de nuevo, tan rápido que su forma se difuminó en una sombra. A Artem le fue imposible esquivarlo cuando, de repente, una fuerte explosión de pólvora sonó a sus espaldas. El mosquito fue derribado al suelo por la repentina explosión y cayó patas arriba.

Artem giró para ver a Dalmir sosteniendo un antiguo mosquete del que salía humo blanco.

"¡Bravo!" Dalmir se sintió entusiasmado por la precisión de su tiro. Sin embargo, su emoción pronto se convirtió en miedo cuando el monstruo pataleó para darse la vuelta.

El mosquito gigante levantó el vuelo, trazando una trayectoria vertiginosa sobre el grupo. El feroz batir de sus alas anunciaba la furia de la criatura, el afilado probóscide se estremecía anticipando su próximo ataque.

La mano de Artem temblaba mientras intentaba sujetar la espada. No era un golpe que pudiera esquivarse confiando en la agudeza de sus reflejos.

"¡Anna, ustedes huyan!".

"Pero, Artem...".

"¿Huir? No creo que sea necesario".

Una voz desconocida y poderosa sonó de la nada. De repente, una lanza descendió del cielo inmediatamente, atravesando el abdomen translúcido del mosquito gigante e inmovilizándolo firmemente en el suelo como un clavo.

La batalla terminó en un abrir y cerrar de ojos. Artem dio un largo suspiro de alivio. Estaban salvados.

La voz pertenecía a un hombre vestido con un extraño e imponente traje. Su cabalgadura era aún más sorprendente: un insecto con caparazón acorazado y extremidades traseras desarrolladas, ensillado en su espalda y de un tamaño cercano al del mosquito gigante que los había sumido en tan dura batalla.

El insecto volvió a saltar con la velocidad de un rayo. Mientras, el caballero sacó su lanza del cadáver del mosquito y se detuvo frente a Artem. La apuntó con increíble precisión sobre el corazón del joven aventurero.

Silbó y un grupo de caballeros vestidos de forma similar surgió de la larga hierba.

Los tres estaban a punto de expresar su gratitud a los caballeros cuando escucharon al líder del grupo proclamar en voz alta:

"Extraños que invaden nuestro terreno sagrado, el Altar de Primavera, ¡están bajo arresto!".

(Continuará...).