El conjunto musical ya está completo, y los cuatro talentos se prometen que al llegar a Belobog se convertirán en músicos de éxito.
Pero dieron vueltas y más vueltas y finalmente llegaron al Bajomundo de Belobog.
"Quiquiriquí, ¡sí que se está calentito en Belobog! ¡Tal vez incluso demasiado!".
El burro se mostró de acuerdo:
"Hi aaah, hi aaah, y además de calor también tengo hambre".
No había acabado de pronunciar esas palabras cuando a las narices de los cuatro amigos llegó un olor delicioso.
Como el perro era el que tenía mejor olfato, empezó a mover las aletas de la nariz inmediatamente y guio a todos al lugar del que procedía el aroma.
Poco después, los cuatro músicos llegaron a un edificio de aspecto imponente. El perro apoyó las patas delanteras en la puerta y, moviendo el rabo como un loco, dijo:
"¡Guau, guau, el olor sale de aquí!".
"Miau, miau, ¿qué delicias habrá ahí adentro? Burro, tú eres el más alto, echa un vistazo".
El burro estaba a punto de apoyar el casco en la repisa de la ventana para ver mejor cuando, para sorpresa de todos, la puerta se abrió.
"¡Bienvenidos al restaurante de la ciudad! ¡Pasen, por favor!".
Quien así hablaba era un anciano de aspecto amable.
"Quiquiriquí, ¡qué bien! ¡Con el hambre que tenemos! ¿Entramos a comer?".
Al oír esto, el burro se encabritó de la alegría y contestó:
"Hi aaah, hi aaah, ¡me parece muy bien! ¿Alguien tiene dinero?".
"Guau, guau, yo no".
"Miau, miau, yo tampoco".
"Quiquiriquí, ¡ni yo!".
Los cuatro amigos se miraron unos a otros.