Habría que destruirlo todo hasta los cimientos. Nadie respeta la ciencia.
Siempre creí que Daniel, del diario «El Cristal de la Actualidad», tenía algo de talento. Pero parece que me equivoqué. La primera vez que fui a verlo fue capaz de mantener una discusión seria conmigo. Señaló algunos errores razonables en mi teoría. Es normal tener pequeños errores, pero lo importante es que había encontrado alguien que compartía mi pasión por la ciencia. Lo iba a buscar todos los meses para compartir con él mis ideas más recientes. ¿Dónde más podría encontrar un amigo así? Pero ahora, recurre a todo tipo de excusas para no verme. ¿Qué más da si ya no puede seguirme el ritmo? No me importa que no pueda hacerlo.
La última vez le encargué buscar la lista de inversores. Algo tan simple y aún no tengo noticias. ¿Acaso no es el trabajo propio de un editor de periódico? ¡Para esto no hace falta ser un experto en física! Me quedé dos días escondido en la editorial esperándolo y finalmente lo encontré. Pero cuando me vio, parecía como si hubiera visto un monstruo del Fragmentum, ¡y comenzó a insultarme! ¡Es un mentiroso sin talento ni principios! Y yo lo consideraba mi amigo. Con esta actitud, nunca volveré a acudir a él. Que se arrepienta de lo que ha hecho.
Todavía no me ha contactado ningún inversor. Sospecho que ese encuentro científico fue una farsa. Tengo de conseguir inversiones de algún modo. ¿Acaso hay salvación para la comunidad científica?